Alejandra
Pizarnik
Ha
amanecido nuevamente,
pero
el mundo ya no es lo que antes fue.
Todo
está agrietado y disperso como mi alma.
Estoy
sentada en una piedra,
solo
conservo mi boca y mis mordidas uñas,
lo
demás se perdió en el naufragio.
Los
peces lo comieron tímidamente.
Leo
sin ojos mis poemas,
me
las arreglo para que sea memoria mi boca.
¿De
qué me servirá mi verbo en este mundo que me inaugura?
Es
como comprar un vestido roto.
Siempre
soñé este Apocalipsis
conmigo
sobreviviendo a sus sombras.
Ahora
debo inventar un nuevo lenguaje para nombrarme.
Intentaré
un canto de ave,
pero
aquí no hay aves, tendré que inventarlas.
Pero
primero inventaré el bosque.
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