El
dios del huerto
Esto que voy a
contar
lo vine soñando
por unos besos traidores
que se me fugaron
de junto a los labios.
lo vine soñando
por unos besos traidores
que se me fugaron
de junto a los labios.
¡Mal haya mi astro!
Que se me fugan los besos
de junto a los labios!
Que se me fugan los besos
de junto a los labios!
Al
pilar de un viejo Término
-espanto de robadores-
enredó una vid el tallo,
y fue trepando hasta donde,
privada de más apoyo,
coronó la frente noble.
-espanto de robadores-
enredó una vid el tallo,
y fue trepando hasta donde,
privada de más apoyo,
coronó la frente noble.
Hojas soltaba la vid
y racimos de colores;
de modo que en tanta pompa
el dios Término adornóse,
que a poco desaparece
y entre el follaje se esconde.
¡Mas no! Que el rostro surgía,
asomado entre verdores,
para vigilar el huerto
de pájaros y ladrones.
En tanto, la vid soltaba
sus racimos de colores;
y, por virtud de la suerte,
sobre los labios inmóviles
del dios, suspendió un racimo:
¡racimo de tentaciones!
¿Fue verdad o fue mentira?
¿Lo inventaron los pastores?
¿O tal vez los caminantes?
¿O quien los versos compone?
No, que lo vio quien canta:
créalo, pues, quien lo oye.
A tanto el ansia llegó,
que el viejo Término, entonces,
hasta movía los labios,
hasta lanzaba clamores;
y esto el cuitado decía
con amarguísimas voces:
¡La vid desdeñosa!
¡Me tienta y se mofa!
En muy mala hora
me vino a tentar.
¡Y a mucho anhelo,
y nada que puedo,
y aínas que muero
de tanto anhelar!
Y el racimo desdeñoso
-¡racimo de tentaciones!-
iba nutriendo su jugo,
concentrando sus dulzores.
Hasta que, a influjo del año
-buena la sazón-, cayóse
la primer perla de mosto
sobre los labios temblones.
Y a su vez todas las uvas
(creedlo, quien lo conoce
lo cuenta), dulces, hinchadas,
deshechas, cayeron sobre
la boca del dios de higuera
que guarda la linde al bosque.
Unos besos prometidos,
pero con engaño,
ha un año que me tenían
confuso y huraño.
¡Me río del daño,
y ya ni me plaño,
pues que maduran los besos
a influjos del año!
pero con engaño,
ha un año que me tenían
confuso y huraño.
¡Me río del daño,
y ya ni me plaño,
pues que maduran los besos
a influjos del año!
(Obras Completas Tomo X Constancia Poética,
México, octubre, 1908.)
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