El
agua y el aceite
En
las manchas del colchón
habita,
oculto, el pasado.
Mientras
vamos a la escuela,
las
putas de la vuelta de casa,
madre
e hija, salen a saludarnos
desde
la tapera del fondo,
una
pintura de Molina Campos,
ballenas
voluptuosas, pintarrajeadas,
con
toda la resaca de la madrugada.
En el
recreo, los más grandes
dicen
que la rubia tiene la uterina,
Martita,
desde su pupitre
se
ladea, levanta el guardapolvo
y
pide que nos despidamos de ella
autografiándole
los glúteos.
Doña
Martina ve nuestros pecados
en el
aceite vertido sobre el agua.
Las
gotas se estiran sobre el plato.
–Estás ojeado, nene. Te lo están mirando
mucho las mujeres, Teresa.
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