Tierra
Por
el camino de tierra —te decía— la camioneta de mi padre
inicia
la temporada de caza. Lejos del puerto
la
vegetación nunca crece. Despacio
descarga
el arma, calibra el instante y el cielo
se
agrieta en dos agujeros que perforan el aire.
La
liebre envuelta en llamas rueda de manera
que
el dolor desaparece al apoyar su cabeza
en
nuestros pies como cuidándonos de la intemperie.
La
imagen pintada con la delicadeza
de un
animal dócil doblándose en el viento.
¿Habremos
venido a despedirnos en este safari de película
como
si el resto de la realidad careciera de existencia?
Ya no
recorreremos el camino descendente
de
los carteles indicando la sucesión de kilómetros
paralelos
a los cables de alta tensión. Se mira
la
misma cosa por años como si el impulso de las especies
se
hubiera detenido ante la trayectoria
de la
familia de perdigones. Y cuando
se
observa el cuadro a la distancia
se
vuelve un fuerte aliado
para
convertir nuestro desconsuelo
en
una forma de cobardía igual a la dinámica
de
aquellos roedores corriendo
en
plena fuga sin saber qué dirección tomar.
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