La mujer de Tommaso Landolfi
—Traduciré
a Gógol, —le dijo a su mujer, Tegucigalpa.
Suena
un portazo.
Landolfi
lleva tres días encerrado en su estudio en Roma. Los vecinos alarmados al no
ver salir de su casa al huraño escritor y, ante la ausencia del olor del pan
que su mujer hornea en las tardes, advierten a la policía del suceso.
Dos
carabinieri confirman, frente a las incrédulas luces de las cámaras de los
paparazzi,
que Landolfi yace desinflado en el suelo justo detrás de su escritorio. Una
tachuela incrustada en su glúteo izquierdo es prueba infalible del asesinato.
Tegucigalpa
ha huido con todos sus materiales inflables.
Nunca
superará el suicidio de su mejor obra.
De: Tegucigalpa
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