Retrato de la lluvia
En
la zona más dura de la noche, cuando el insomne y el suicida sueñan, la lluvia.
Desde sus primeros pasos anuncia la inminencia del diluvio. Sus primeras
caricias, labios que en otra boca inician ese lento combate que habrá de
concluir en el naufragio, dicen que su canción será larga como esa vía o aquel
muro de piedra cuyo final no vemos al fondo de la calle. Súbitamente se cierra,
ocupa el último espacio virgen de la atmósfera y se deja caer sobre árboles,
plazas, azoteas, con una furia tal que pareciera combatir al calor de todos los
veranos, o fuéramos a mirarla por última vez. Y cuando la mano toca el cuerpo
elegido para que el amor tome forma en otra carne —que es ya la nuestra—
sentimos, como la ciudad, lavarnos interminablemente, seguros de amanecer con
rostro nuevo, dispuestos a combatir aunque sepamos que la derrota es el único
premio de los héroes.
De: María Magdalena
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