Auscultación
Quieto
aposento cuya penumbra
acaso en las mañanas se empaña de alegría.
Silencioso apartamiento que yo busco
como amigo a quien se quiere
por su melancólica fisonomía.
Efusión de su ademán
cuando al llegarme parece que me ofrece
la mansedumbre del mejor sitial.
Su alma es levítica:
a pesar
de sus marcos antiguos y dorados
donde se desvanecen acuarelas,
mejor que las arañas
de almendras de cristales,
prefiere las monjiles arandelas.
Penumbra que es su espíritu;
péndulo que es su pulso;
postigos que le son como unos párpados
entornados a luces de la siesta;
monóculo de la vidriera
que acaso lo constituye en fraile contradictorio;
floresta que se intrinca en el tapiz;
hábito gris del crepúsculo
que lo exalta en instintos meritorios
para el programa de una ensoñación...
Qué veces me ha contado su pasado.
Qué veces se ha callado y me he callado.
Qué veces en su péndulo he auscultado
las penas de mi propio corazón.
acaso en las mañanas se empaña de alegría.
Silencioso apartamiento que yo busco
como amigo a quien se quiere
por su melancólica fisonomía.
Efusión de su ademán
cuando al llegarme parece que me ofrece
la mansedumbre del mejor sitial.
Su alma es levítica:
a pesar
de sus marcos antiguos y dorados
donde se desvanecen acuarelas,
mejor que las arañas
de almendras de cristales,
prefiere las monjiles arandelas.
Penumbra que es su espíritu;
péndulo que es su pulso;
postigos que le son como unos párpados
entornados a luces de la siesta;
monóculo de la vidriera
que acaso lo constituye en fraile contradictorio;
floresta que se intrinca en el tapiz;
hábito gris del crepúsculo
que lo exalta en instintos meritorios
para el programa de una ensoñación...
Qué veces me ha contado su pasado.
Qué veces se ha callado y me he callado.
Qué veces en su péndulo he auscultado
las penas de mi propio corazón.
De: Mi libro de horas
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