sábado, 30 de septiembre de 2017

MARIANA BERNÁRDEZ





Llegaste con tu espada en luna
Y tras la gracia de lo justo incendiaste las calles
abriendo el caos para los que hacían tremar
al mendicante y al asesino

Invocaste una plegaria inaudible
azuzando el torbellino inmisericorde
y el monzón que disolvió la montaña en río

En tu furia mancillaste
al ignorante de la escritura
al desposeído de los dioses
hasta alcanzar la orfandad
que trasiega en desdicha

Tu rugido arreciaba las horas últimas
y conservabas entre tus dedos
la simiente dorada
para que cumplido el plazo
—y de ser necesario—
libraras una nueva guerra de Troya
aunque Troya ya no existiera
salvo en el memorial de lo ingénito

Dónde semillarla
en qué rumor descarnado—
musitabas
mientras las nubes ennegrecidas
auspiciaban una mayor negrura en el ánimo

¿Y el perdón?

Yo nada sé de ángeles
sólo de la ceniza con la que dibujo su osadía.


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