Doppelgänger
Llegada
la noche
tengo
miedo de esa niña
que
blande su inocencia
por las
orillas de mi cama.
Me
escondo de sus manos
insidiosas
pintando escarabajos
por las
paredes,
anunciando
los renglones
de
algún peligro inédito.
Y su
desastre silencioso
que
siempre deja esa estela
de
alfabetos humedecidos.
Y la
estatua de sal
en la
frontera
de mi
cruel nacimiento
y todas
sus tiernas
orfandades.
Llegan
los días
y la
sombra
de esa
niña
alargada
frente a mí
en el
suelo
es lo
único que conozco
de
grandeza.
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