jueves, 28 de septiembre de 2017

SAMUEL VÁZQUEZ




Había una vez.



Ahora es ruina.
Inaudible.
Ahora la tapia, y el viento que la cruza.
Ahora la lluvia que no germina la huerta de piedras.
Pero las ruinas no son iguales.

            El después es de puertas.
            El nunca, de copa que cae.

Los puentes han sido intencionados.
            Hay que restituir el abismo.
Salvar el horizonte.

Llega el viento afanado
y lame migajas de sombras en mis manos.
La noche zahorí cava en el hontanar del silencio.
La palabra huye
con mi mirada clavada en su espalda.
No se apacientan las preguntas.
Los qué, rumian vestigios de patios sin ocio.
Al caer la tarde
mis manos destejen el aire y su mortaja.

El mañana es de polvo.
            Desdice las horas y los pasos.
            Desdice formas y ventanas.

Vivimos la posteridad del pasado.

Habrá una -todavía no- otra vez.
No estará en mis manos.



De: “La promesa de los pájaros”


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