Newton
(inédito)
El
hombre apartaba los vasos del borde de la mesa.
La mesa
giraba, giraba yo. Orbitando la cena,
la
escena: mi pollera el mantel de otros manjares
que no
se servirían esa noche. Hacia el centro seguro
empujaba
el hombre con decisión los vasos.
Lo
escucho, lo escuché, explicarme en detalle
razones
de vectores y cuerpitos transparentes.
No era
ese el hombre que buscaba pero hagamos
como si
fuera como si la mesa fuera
viento
concéntrico disco de vinilo calesita.
Sorbiendo
al centro mismo de los vasos
y el
aliento del miedo espumando sus frágiles bocas.
Mis
esfuerzos por desordenar el servicio resultaron inútiles.
Y volví
a la calle antes del café.
El
hombre apartaba los vasos del borde de la mesa.
¿Sabría
que de las dos fuerzas
que
atraen los objetos hacia un centro,
una es
cierta y la otra es imaginaria?
La real
tropieza con su paso y lo detiene. La imaginaria
enlaza
su vida a los objetos. Por suerte, afuera,
el
cielo resplandece en su gran fiesta de cristales rotos.
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