El encuentro
Dos puntos que se atraen no tienen por qué
elegir forzosamente la recta. Claro que es el procedimiento más corto. Pero hay
quienes prefieren el infinito.
Las gentes caen unas en brazos de otras sin
detallar la aventura. Cuando mucho, avanzan en zig-zag. Pero una vez en la meta
corrigen la desviación y se acoplan. Tan brusco amor es un choque, y los que
así se afrontaron son devueltos al punto de partida por un efecto de culata.
Demasiado proyectiles, su camino al revés los incrusta de nuevo, repasando el
cañón, en un cartucho sin pólvora.
De vez en cuando, una pareja se aparta de
esta regla invariable. Su propósito es francamente lineal, y no carece de
rectitud. Misteriosamente, optan por el laberinto. No pueden vivir separados.
Ésta es su única certeza, y van a perderla buscándose. Cada uno de ellos comete
un error y provoca el encuentro, el otro finge no darse cuenta y pasa sin
saludar.
De: “Confabulario personal”
No hay comentarios:
Publicar un comentario