sábado, 17 de marzo de 2018

ALFREDO R. PLACENCIA





Las estrellas



Llaman islas de luz a las estrellas
y no sé la razón por qué las llaman.
Dicen que hay un beleño misterioso
en su tibio fulgor para las almas;
y hay quien diga que ellas, muchas veces,
sus pupilas encienden la esperanza.

¡Qué mentira tan triste…!
Yo jamás he pensado en contemplarlas.
Cuando buscan mis ojos las estrellas,
las estrellas se esconden o se apagan…

Dicen que sus fulgores, simulando
blanca lluvia de lágrimas,
tristemente descienden por las noches
y visitan las ruinas solitarias
de retoños silvestres
o de fúnebres musgos coronadas.

Tal vez lo hagan así. Suele el viandante
de tiempo en tiempo suspender la marcha,
y sentarse a leer en cada piedra
que el tiempo azota o la intemperie labra,
la memoria inextinta y dolorosa
de las cosas pasadas.

Tal vez lo hagan así; mas hace tanto
que inútilmente el corazón lo aguarda…

Muchas veces, de noche,
me he sentado a las puertas de mi casa;
y en mis largos insomnios,
y en mis continuas y mortales ansias,
¿qué han hallado en el cielo mis pupilas…?
Abismo, soledad, tinieblas… ¡nada…!
que aunque alumbran las ruinas, las estrellas,
no hay que esperar que alumbren para el alma.

Dicen que los poetas, esos seres
que adivinan lamentos y palabras,
sollozos, anatemas,
gritos, imprecaciones o amenazas,
las han visto llorar sobre las tumbas,
cuando el silencio de la noche avanza,
a envolver las gavetas y las cruces
en el triste vapor de sus miradas.

¿Para qué mentirán…? Si fuera cierto
que de las tumbas y el dolor se apiadan,
yo lo supiera bien. ¡Ay, cuántas veces,
huyendo del dolor que me acompaña,
me he sentado a las márgenes del río,
por sentir a mis pies quejarse el agua
y en la arena ensayar la última estrofa
que en rumores traducen las montañas…!

¿Para qué mentirán…? Huérfano y solo,
sin luz la frente: y sin calor el alma,
¿qué otra cosa es mi vida que una tumba
de mortales recuerdos coronada...?

Muchas veces, de noche,
me he sentado a las puertas de mi casa;
y en el ir y tornar de mis recuerdos,
y en mis continuas y mortales ansias,
se han hundido en el cielo mis pupilas,
mas no logra encenderse mi esperanza.
Cuando buscan mis ojos las estrellas,
las estrellas se esconden o se apagan.



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