Tanta falta de tacto
Tanta
urgencia de hombre enredado en la memoria
nos
hace vulnerables ante los golpes del olvido.
Porque
tu mirada no es otra sino la muerte
y tus
hijos son los hijos de madres muertas de llanto y partida.
La
pregunta que da vueltas una y otra vez
y que
hemos decidido dejar pasar como a una caries.
Un
simple resfriado que no logra alterar el curso del universo,
ni los
lugares asignados por aquellos padres en la mesa a la hora
de
comer. Porque ese almuerzo no llegara nunca.
Y si
llega será después, allá a lo lejos, cuando ya no importe.
Pues
los hijos habrán crecido, los gritos habrán sido callados,
las
calles oportunamente pavimentadas por la voz de un
vendedor
de elotes.
Y esta
cicatriz que traigo en los ojos,
será el
maullido de un gato que alcanza a ver a los fantasmas
de una
vida tranquila en este país.
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