Hacia el crepúsculo
Entre
árboles deshojados anidan sus ojos.
Su
mirada se ha ido con las golondrinas.
Atardece
y su cuerpo
–avidez
en la memoria de mis manos–
se
convierte en horizonte dejado atrás.
¿Cómo puede
la frontera estar
a tus
espaldas y frente a ti?
Aún con
su desnudez en el tacto
advierto
su ausencia.
¿A
dónde va el hombre que aloja
levedad
y pesadumbre en sus ojos?
Vuela
de mis brazos
donde
retenerlo y liberarlo es imposible.
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