Esta lira que llega a zurcir el sueño
es un
dardo anegado en mis costillas.
Todo
quema su glacial espina,
su
cuerda cuarta que sonríe.
Atrás
en la memoria gime el verso
extendiendo
su páramo sombrío.
Todo,
amor, nos amenaza.
Ven,
recuesta aquí tu vientre sauce
y que
el follaje nos cubra del destino.
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