sábado, 22 de septiembre de 2018

ALVARO FIERRO





La quema



Cómo deseo
tus manos apremiantes y vivaces
y, al fin, mi silenciosa destrucción
y cómo abrasa el aire que se riza
en cada grieta de mis brazos.

Si alguna vez soñé que me mataran
debe ser esta, danzarina,
y cuanto más
me abrazas más me acabas.

Quién iba a decir
que un átomo de luz, casi una idea
me hiciese tanta muerte.

Acabo de olvidar
el zumbido del aire entre las ramas
de mi frondoso padre
y lo pacientemente que regábamos
el vientre de la atmósfera de verde.

Mis hermanas las hojas,
mis pequeñas penínsulas de bronce,
no tienen a mi cuerpo,
ni las raíces, ni las alas
de las titubeantes mariposas,
ni los niños jugando al escondite tienen ya
el templo de la sombra que es el roble.


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