miércoles, 28 de noviembre de 2018

RICARDO CASTILLO





Pin uno, pin dos…



Son las diez de la noche.
De nada sirven los 600 gramos de felicidad
que ha ahorrado mi padre.
Prevalece una agitación de ladrones en el seno familiar
y cada quien declina
con su particular manera de desventurar la sangre.
Parece como si el movimiento fuera la bancarrota,
como si el amor fuera tan sólo cosa de adolescentes.
Mi padre nos quiere,
mi madre nos ama
porque hemos logrado ser una familia unida, amante de
            la tranquilidad.
Pero ahora que son las diez de la noche,
ahora que como de costumbre nadie tiene nada que hacer
propongo cerrar puertas y ventanas
y abrir la llave del gas.




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