martes, 8 de enero de 2019

FÉLIX SUÁREZ






Ésta era la casa: allá crecía el ganado y las vacadas tiernas de leche; más al fondo había un granero, repleto y tibio, abierto siempre para abastecer la mesa y los espléndidos banquetes. Y justo aquí, en el umbral, el altar doméstico de nuestros lares, los celosos guardianes, los ingratos y terribles protectores.
Un día de pronto se marcharon, y las ubres del ganado se partieron, se cubrió de sal y de ceniza el campo. No oí a mi padre nunca más cantar, ni a mi madre la volví a mirar cepillándose la oscura trenza.
Una nube de cuervos ensombreció de pronto los tejados. La más dura piedra se volvió caliza y azogue tormentoso el insumiso estanque.
Ésta era la casa. Hoy es un largo y silencioso gemido que me ahoga.
(«Lares»)


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