domingo, 17 de febrero de 2019

CARLOS MANUEL VILLALOBOS





Los escribanos del agua



Quizá los escribanillos estaban aquella milagrosa tarde cuando Jesucristo caminó por el agua y fueron bendecidos entonces con arte de la levitación acuática, o quizá fue al revés: El Maestro aprendió el secreto de ellos mirándolos atentamente durante sus años de silencio. Los especialistas en entomología jamás podrán dilucidar este dilema. Lo que sí se sabe es que estos insectos tienen alma de poetas y apuntan en el agua metáforas que el viento oye cuando pasa. Lo que sí sabe es que son innatos bailarines y es por eso que parecen cisnes del Parnaso cuando llegan a los arroyos. Se sabe también que pueden mezclar ingeniosamente las líneas de la luz con los tonos surrealistas de los estanques. Quizá algún día, si desciframos este lenguaje de rayas misteriosas, en vez de lienzos los pintores pinten poemas en las albercas, mientras bailan levitando.

¿Qué secreto aviso escribirán
con tanta prisa de borrarlo?

¿Qué entresijo dirá su rastro
de huellas imposibles en el agua?

¿Qué cifrado cuento querrán decirnos
con su danza jeroglífica?

¿Cómo diablos pudieron
estos pequeños acertijos
domar a los raudales
y nadar corriendo contra corriente?

¿Cómo pudieron agarrarse de la luz
para no hundirse en los estuarios?

¿Cómo pudieron vencer
los sorbos de la muerte
en el lomo furioso de los ríos?


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