martes, 12 de marzo de 2019

MAURIZIO MEDO





1.



No sé, no sé. No más. Si dios es
poeta, matemático o
la tímida invención de un topo
que ca
vaca
va
el Círculo Perfecto entre ceramios prehispánicos. Sea,
tal vez,
la satinada ficción que heredamos en
Nácar Colunga, bloques de papel. Artificial como este
otro que retinto, ozónico, junto
a un hato de cálculos y planos cartográficos, mil
trópicos y cientos de
ecuadores.

Hoy mi mano es Neanderthal. El ambiguo
lenguaje la desborda nombrando
lo que en vano intentó recolectar. Indiferente
al dolor de mis falanges cae
sobre este suelo
que engendro al enunciar. Rota
la barroca geografía,
sin mapas,
el espacio es apenas intuición. Si hundiera la Cruz
en las cúspides del Misti, revería
al nunca sancto Cristóbal, de ahí la mar. Pero no hay fe no hay,
tampoco olas. Sólo tus ojos, Lu. Negros soles
que fulguran cuando te ovillas vulnerable y fetal.
Este es el reino del topo. Salvo mi amor, todo
es sillar, mosaico en polvo, astilla colonial.

                No sé ya que hay decierto en el desierto donde
miro piso paso palpo copulo cavo defeco.

Recuerdo Madrid cual esplendente espiral, con
su adorable escoria trapicheando alrededor del Escorial. Recuerdo
Baires, lunfarda en los bandoneones de La Boca. Con su brío
de elocuencia interminable,
Oh argentinidad.

Recuerdo Miami, american dream de balsero obsecado
en shopping latequelatelatenoamerican.

Recuerdo el recuerdo legado desde
Dubrovnik, Salabue y Pietra Ligure,
como una amalgama que evanesce entre picarones de Tingo o
adobos en la vieja Yanahuara.

¿Qué de mi Villa?.

   El aeropuerto, mi cuerpo espigón y
aquel boleto conjurándola al olvido. Soy su exilio, mas
también ígnea nervadura dentro de tu invertebrado Co
razón.            No sé más.
El caos tiene tantos paraderos, ¿me hablaba allá el Rimak,
era el Leteo?.
Recuerdo, también un teléfono donde me responde aún
alguien que no está. Recuerdo que mi nonno
ni siquiera fue mi profesor. El perfil de mi padre temiendo
serlo en su cana juventud. Recuerdo
a mi hermano muriendo de a pocos sin atrapar la luz. Casi
alado y hermoso.

Recuerdo un balón negándome la adrenalina
de ser gol. Recuerdo haberte dicho amor amor,
de impromptu,
en un vía crucis de catorce estaciones de Internet. Recuerdo
que allá uno está y jamás es. Pero, la memoria
-como el poema-
es una bella mentira a la que amamos por su muy escaso valor.

No sé si existe dios y el recuerdo de haberlo sido por
quince minutos,
o más.

Recuerdo haber sido sólo un adjetivo


De: “El hábito elemental”


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