martes, 12 de marzo de 2019

JUAN MARCELINO RUÍZ





Martha



Martha
jamás necesitó de un ritmo de palmeras
le bastaron las calles polvorientas
de mi pueblo dibujado en el desierto.
Todas las tardes cruzaba por la plaza
como un alfil blanco
rozando apenas el tablero.
Rubio deseo compartido
por más de treinta adolescentes.
Algunos, los más grandes
juraban haberla disfrutado
en las tapias de lo que fue el correo
los otros, tan sólo queríamos crecer por ella.
Las calles de pronto parecieron muy estrechas
para el crecimiento anormal de sus caderas,
nos dejó con las ganas de crecer
y con la cálida humedad de la vergüenza
corriendo entre los dedos.


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