Silencio
En
el patíbulo de mis adentros
encontré
al hombre que grita.
En
el suelo derrochaba los enojos
o
dolores de una presente ira.
Había
gritado la rabia de años
y
de entre las manos sangraba
los
restos de su voz destruida;
pero
seguían los alaridos
que
ahora sonaban si acaso
al
silencioso escape de la vida.
Quisiera
decir que quise ayudarlo,
solo
me senté a ver cómo moría.
No
hubo entierro.
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