A
al Gran Guerrero Castrorrivas,
sacerdote de las calles barriales
A los parquímetros
que no le cobran el sueño a los borrachos
A las banderas
que han arropado tanto fiel cadáver
A los intrusos
que ocultan sus fracciones de cuadrúpedos
A las esquinas
que se disputan la sombra de los amantes
Al incensario
que desarruga nuestros viejos columpios
A los que yacen
mientras la muerte se niega a deshojarme
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