Ausencia no te vayas
A veces, cuando de prisa
descorro las cortinas para ver si ya se ha ido el tiempo que deseo y alcanzo a
mirar el ínfimo rayo que queda del día, me acuerdo de los tiempos pasados,
donde existía aquello que extraño ahora. Era yo el mismo cuerpo de sangre y no
el que ahora se refleja.
En la ciudad que despedí me
mantuve vivo entre reglas, horarios caprichosos, festines y familia. Los
espacios, al igual que los trayectos, eran digeriblemente cómodos; no se oía
mucho el ulular de las terribles ambulancias ni tampoco percibía aires fríos
que me involucraran con las añoranzas.
Cada vez se acentúa más el
filo del Ayer. No en vano me encuentro donde escribo, apartado de quienes
marchan. Aunque sea por un momento. La llama de los ánimos arde de orgullo,
alardea. Mantiene pausas, sentencia inviernos. Justo estoy pensando en ti,
Ausencia, no te vayas.
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