Intimidades
XI
Ella
es algo pedante. Cuando leemos
-en
tanto que las llamas nos acarician
mientras
corren llenando la chimenea-
deja
que se le escapen agudas criticas.
Como
el libro juzgado siempre le busco
entre
los mas hermosos de los mas buenos
de
mis buenos amigos, constantemente
de
tan duros ataques yo lo defiendo.
Pero,
a pesar de todas mis intenciones,
resultan
mis defensas defensas tibias...
¡Tenemos
los amantes, alucinados,
tantas
abdicaciones y cobardías!!!
Sin
embargo, las voces de las poetas
hallan
en las mujeres sus grandes ecos;
no
cuando los arrastran vanos lirismos
y
suben deslumbrados al quinto cielo;
sino
cuando les cantan dulces, amantes,
como
Sainte-Beuve, que sufre sus agonías,
o
Baudelaire, que gime desesperado,
o
Musset, si consigue vencer la risa;
cuando
para embotarse la inteligencia,
rendida
ya de males y sufrimientos,
buscan
en los aromas embriagadores
de
vagas languideces, paz y consuelo.
¡Ella
los ama tanto, si le interpretan
del
corazón las tiernas melancolías!
Y
a mis pies reclinada, su voz repite
el
pasaje que ¡tanto! Sufrió su critica.
Aquel
dulce pasaje, mágico nido
en
que siempre se esconden besos y besos...
...................................................................
Y
sucede a menudo que el libro, torpe,
suele
rodar muy pronto, rodar al suelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario