Carta a un padre
Me
enseñaste que para vivir debería:
deglutir,
apretar los dientes, morderme la lengua.
Dejaste
la camisa tendida, la camisa tendida, papá.
Para
ti todo era attrezzo, la corbata
planchada,
mi
nudo en la garganta.
La
caricia. Esta mano de niño era una caricia:
ayer
la palma abierta en la mejilla,
hoy
el destierro dentro de las uñas.
Para
curarse basta con leer el prospecto:
por
si las náuseas, por si el temblor, por si el ojo cerrado.
Cuando
lo tocas, un crisantemo tiene la textura de la carne humana.
Eso
ya no importa.
Ahora
me pongo tus camisas.
Ahora
todo el peso de las pinzas
sobre
mis hombros.
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