Oficios
Pasaban
las muchachas con cestas de granadas;
supe
de los oficios más humildes.
Y
abrazarte en la aurora
fue
perder la partida de ajedrez,
sacrificar
la sombra del baniano
donde
estaba el asceta sosegado en sí mismo.
Te
sostuve, insegura, bajo el cuarto creciente,
y
amarte fue también mi oficio más humilde,
como
trenzar el mimbre o moler el centeno,
cuidar
de los rebaños, picar piedras,
ser
barquero en un río caudaloso.
Y
amarte fue también mi oficio más humilde,
como
el del mercader de marionetas
en
un poblado árido o el lastre
de
los porteadores de estación.
Y
amarte fue también mi oficio más humilde,
como
tejer guirnaldas durante treinta noches,
ser
acróbata en ferias polvorientas
o
intuir otras vidas por algunas monedas
en
la choza precaria del astrólogo ciego.
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