miércoles, 18 de septiembre de 2019

VERÓNICA ARANDA


  


Fez
            

         
Puede arrastrar el mundo
toda su crueldad y sus orugas,
carniceros que afeitan cien cabezas de vaca
en un rincón perdido de la tarde.

¿Cómo será ser ciego dentro del laberinto?
¿Cómo será ir tentando el dédalo de calles,
esa cal infinita que transcurre intramuros,
sin ver la luz de cobre que lacera
desde la plaza de los latoneros?

Esta ciudad no acaba de un modo desigual.
Amamos en un tiempo de epopeya
dentro de las murallas,
dentro de esos espacios confinados
donde la piel invoca un tiempo tácito,
ojival vuelo de estorninos
para la profecía.



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