«te
habían dicho que el reino
era
como el reflejo de los sauces en el río
que
si ciegamente hundías una de tus espinas en su suelo
lo
comprenderías todo
entonces
ni la lengua ni los ojos serían necesarios
el
tiempo los ecos las
montañas
el
dolor ensimismado abriéndose las costillas
hasta
el amor
uno
serías con las nubes y los planetas
uno
con la energía que gobierna
el
devenir de las especies
sólo
así tendrías la certeza de estar vivo
de
sabiamente estar preparado para la muerte
tu
nombre sería una gran aleta normando
la
dirección de los vientos
tu
intestino el conducto hacia la eternidad
pero
has regresado…
sólo
tu cráneo envuelto en las arenas sabe
que
légamo y luz no pueden fundirse
en
un solo viaje»
De: “Una morada tras los
reinos”
No hay comentarios:
Publicar un comentario