¡Qué saña! ¡Qué muerde!
¿De
qué modo nos alivia la Muerte?
La
sombra de sus costillas es agria,
algo
muerde, con saña,
insistentemente,
sin final,
mi
corazón.
Ya
casi olvido tu cara
pero
tu esqueleto se yergue en las noches.
¡Qué
saña, qué muerde!
Hay
noches tan solas! Tan silenciosas
que
las noches se vuelven lluvia
¡Qué
saña! ¡Qué muerde mi corazón!
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