La grandeza de Dios
El
mundo está cargado de la grandeza de Dios.
Flamea
de pronto, como relumbre de oropel sacudido;
Se
congrega en magnitud, como el légamo de aceite
Aplastado.
¿Por qué pues los hombres no acatan su vara?
Generaciones
han ido pisando, pisando, pisando;
Y
todo lo agosta el comercio; lo ofusca, lo ensucia el afán;
Y
lleva la mancha del hombre y comparte del hombre
el olor: el suelo
Se
halla desnudo, ni el pie, calzado, puede ya sentir.
Y
con todo esto, natura nunca se agota;
Vive
en lo hondo de las cosas la frescura más amada;
Y
aunque las últimas luces del negro occidente partieron,
Oh,
la mañana, en el pardo borde oriental, mana;
Pues
el Espíritu Santo sobre el corvado
Mundo
cavila con cálido pecho y con ¡ah! vívidas alas.
1877
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