En un suspiro (A los hermanos Williamson)
Mediodía. La blancura del sol destella en el asfalto de la
Avenida Michigan. El tambor de los cascos, el
zumbar de los motores. Las mujeres de acá para
allá con sus vestidos endebles; en sus pieles y en
sus ojos juega el fuego del sol.
En el teatro, películas submarinas. Del calor de las aceras
y el polvo de las cunetas, los transeúntes entran en
un suspiro para atestiguar la existencia de grandes,
frescas esponjas, de grandes, frescos peces, de
grandes, frescos valles y cordilleras de coral
tendidas en silencio, bajo el agua, en el lecho del
océano, miles de años.
Se zambulle un buceador desnudo. En su mano derecha,
un cuchillo lanza un tajo al vientre de un tiburón.
El tiburón larga un coletazo. Un simple coletazo
acabaría con el buceador... Pronto, el cuchillo se
hunde hasta las cachas en el gañote del pez que
vira... Las fauces llenas de dientes, cada diente una
daga, hilera tras hilera, brillan cuando el cadáver
estremecido es izado en un bostezo por los
hermanos del buceador.
Fuera, en la calle, el murmurar y el canturrear de la vida
al sol... caballos, coches, mujeres de acá para allá
con sus vestidos endebles; en su sangre juega el
fuego del sol.
De: "Poemas de
Chicago"
Versión de Miguel
Martínez-Lage
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