Veinte días
Guardemos
nuestro amor por veinte días.
Veinte
días de paz para iniciar la limpia.
Guardemos
nuestro sexo en el petate
para
aliviarnos, y así detener nuestra vida
para
viajar al futuro.
Guardemos
nuestra inquietud de madrugada,
en
las noches hagamos oraciones que la alejen,
y
que nada entre o salga de esta casa,
ni
siquiera el suspiro del humo
o
la brisa que cachetea el viento.
Matemos
nuestra carne con incienso,
detengamos
la pasión que nos consume,
porque
la carne es una hoguera que quema.
Condenemos
así la carne frágil y
que
nuestra alma vuele y llegue
adonde
no hay límites ni abismos.
Allá
donde sólo nosotros conocemos la puerta,
como
si fuera nuestra casa.
Allá
donde únicamente caben
los
que son parte del mundo;
los
que cuidan y llenan de luz el universo.
Los
que pueden sostener una vela durante
veinte
días,
mientras
menstrúa la luna.
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