Regreso de Vorarlberg
Desde
esta celda oscura
que
encadena mi cuerpo a un azulejo
toco
un pájaro de vidrio
que
se rompe
y
se vuelve a remendar.
Esperaba
ver
llegar tus dos maletas de cabra
el
sobretodo azul un poco triste
que
zurcí el día anterior
a
tu partida.
¿Ves?
Yo
no quería privarte de la nieve
ni
de los labios de Anne que te besaban
en
lo peor de mis sueños.
Ya no importa.
Las
agujas
acarician
las diez y no viniste.
Quiero
escuchar la llave rodar del otro lado.
La
penumbra prospera y me confunde.
Me
convierte en
Crimilda
disfrazada
de luto por Sigfrido.
Tengo
ganas de escuchar tu voz,
de
ver postales
y
explorar qué traés en las valijas.
Pero
las horas son pájaros de vidrio
que
se rompen
y
se multiplican
interminablemente.
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