Estatuas de bronce
I
La estatua de bronce del General Grant montado en su
caballo de bronce, en Lincoln Park,
se apergamina al sol cuando pasan los automóviles
ronroneando en largas procesiones, camino de
alguna parte, para llegar a la cita prevista para la
cena, o al cine, o a comprar y vender
aunque con el atardecer y de noche, cuando saltan las
altas olas
en las lajas del paseo, a la orilla del lago, ahí cerca,
he visto al general retar a los basureros a que se acerquen
y pongan a galopar a su caballo de bronce, espoleado por
los cascos y las armas de la tormenta.
II
Atravieso Lincoln Park en una noche de invierno
mientras nieva.
En su estatua de bronce, Lincoln descuella entre la
blancura de la nieve, su frente de bronce altiva
ante los ecos de los vendedores de periódicos, que
vocean que cuarenta mil hombres han muerto en
el Yser, sus oídos de bronce atentos al amortiguado
rugir de la noche que llega a sus pies de bronce.
Un indio ágil en un caballo pequeño, de bronce,
Shakespeare sentado en bronce con sus largas
piernas, Garibaldi con su capote de bronce,
montan guardia en la fría y solitaria nieve que esta
noche cubre sus pedestales, y así aguantarán hasta
pasada la medianoche, hasta que raye el alba.
De: "Poemas de
Chicago"
Versión de Miguel
Martínez-Lage
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