Noche
Para
María Augusta
I
Cabalgar
sobre este duro espinazo
sobre
la áspera cresta erizada de espadas
encaramados
sobre el lomo de espinos
a
horcajadas sobre las lunas menguantes
dejándose
llevar por los cascos febriles
por
los espasmos de la noche
arrastrando
las consecuencias de estas patas poderosas
ajenas
a toda decisión y sin fines precisos
en
los disturbios de la conciencia
cómo
no hacerlo
resbalando
por esta piel de granito
en
la sorda batalla de los chasquidos metálicos
este
rechinar parte de un tajo
la
encrucijada en que se anudan los caminos
cómo
no escapar de este cielo de aluminio y alquitrán
el
séptimo cielo del granizo que se estrella contra los
[farallones
y
eleva a himno el aullido de las víctimas
ah
los vientos
ah
los vientos
devoran
las aristas de los cuerpos
los
gemidos se confunden ahí abajo
en
el estrépito que emerge de las catedrales
oscuros
se tejen los versos de los nuevos cantares
en
los odres oscuros y en medio de las explosiones
cómo
irrumpen las aguas más allá de la orilla
las
encrespadas sombras sin ribera
se
rompen las aguas contra agujas de piedra
las
sombras inútilmente contra las aguas
y
alguien prende fuego a la hojarasca
piélago
deshabitado
piel
y posada de basalto para e! Espíritu
que
se deshace-y-se-configura
velados
riscos donde el vaho vuelve a encender
lavas
ya frías
qué
frágil la memoria
se
retuerce si la pasión fecunda
el
pensamiento gira con sus propios alisios
cómo
no cabalgar asido a estas crines de perpetuidad
sobre
los escombros aún humeantes
descolgadas
sobre los objetos
estas
cabelleras de medusas vehementes
estos
ojos que encienden las lumbres de las convocatorias
las
cifras de los dados en la fulguración del designio
urgido
el entendimiento a descifrar
urgido
el sabio por el compás de una música sin freno
lenguas
torbellinos marejadas ronquidos de la alta mar
las
acometidas de la noche sin límite
la
amplia noche que niega el sosiego.
De: “Parajes”
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