viernes, 11 de septiembre de 2020

ANNA VENTURA





El niño chino



Si pudiera,
me gustaría un bebé chino.
Su humildad oriental,
transmitida por los genes del linaje,
reflejada en mi silencio occidental,
logrado a través de años de práctica.

Él crecería muy lentamente por
discreción y por discreción yo también
envejecería lentamente.
Como en el cuento de hadas del crisantemo,
alargaríamos el tiempo
partiéndolo en pétalos de flores.

Jamás tendré a este niño chino,
pero en mi espacio existe:
extiendo sus manitas sobre la mesa,
leo en sus primeros dibujos,
recorto el flequillo de su cabello.

Y no lo mando a la escuela:
el hecho de que no exista
nos permite esta feliz huida.


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