Dejo que esta mano te
llore
Hoy no he pensado en ti. No estoy pensando.
Esta mano te escribe como si sus dedos llovieran,
como nube consagrada a su taciturno oficio
de asear las hojas nonatas de los árboles.
Retraído, camino por corredores de fatiga,
miro entre lacias celosías que transparentan el tedio,
sobrevivo al herrumbre del día macilento,
mientras los muelles andan sobre el agua,
y el hollín trepa al cielo por las chimeneas,
y las verjas liman al aire su escozor de bruma.
Las cosas imponen al mundo su deseo.
Sólo yo, desceñido, deshilvanado, pórtico
sin visitante y desvaída morada,
nada puedo hacer, ni siquiera pensarte,
dejar, apenas, que, sin mí, esta mano te llore.
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