Domus
Áurea
a Alberto Campo Baeza
Hundo
en las caderas de la luz mi rostro,
camino
por su pecho
como
un surtidor
que
tintinea cegado
entre
las paredes blancas.
Voy
del perfil a la transparencia,
de
cuarto en cuarto
como
un soplo.
Músculo
solar,
ópalo
incoloro, cuyo cuerpo
harto
de ornamentos
busca
durante
la mañana
la
Desnudez.
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