jueves, 10 de diciembre de 2020

EMI G. CANCHOLA

 

  

 

Mi madre y yo somos la tumba en la que papá se arrojó

  

 

El abuelo

respaldado por los ancestros

le enseñó a papá que todo hombre

guarda su luz en una caja de metal

papá en el baño

se prueba la ropa de mamá

le dice al espejo

una y otra vez

no soy hombre

no soy hombre no soy hombre

al abrir la puerta de su cuerpo

se asoma un jardín de rosas

árboles que tocan las nubes

cielo atrapado que quiere salir

mi madre y yo somos la tumba

en la que papá se arrojó

pero los muertos nunca mueren

se mantienen intactos en la memoria

resucitan al tercer día

o nacen

papá volteó el revés de su piel

nació

con la boca llena de polen

y los pétalos debajo del vestido

desmontó la cerradura

abrió la caja de metal

una luz intensa devoró la casa

creció la vegetación en el pasillo

los árboles despedazaron el techo

un río se llevó nuestros muebles

mamá no soportó la luz

quedó ciega

muda y ciega se fue

no sin antes condenarlo

en el nombre del Señor

al fuego eterno

y papá se incendió

y yo nunca pude apagarlo.

 

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