Caída de la noche
Sería
absurdo pensar que se ha acabado el tiempo, que el mundo se reparte como las
fichas rojas del tablero de Risk.
¿Qué
potencia controlará ahora el planeta? ¿Qué supremacía? ¿Qué poder?
Sería
absurdo pensar que somos los últimos, sería un acto de soberbia asumir que
somos los primeros.
Cae
la noche, cae la siguiente.
Yo
me pregunto: ¿cuántas caerán?
¿Caerán
sobre la consciencia de que “semos malos”?
¿Caerán
sobre mil agujas ensangrentadas con justicia amparada en decretos
impostergables?
¿Caerán
sobre caricias y confesiones sigilosas?
¿Caerán
sobre la mesquinidad del más fuerte?
¿Caerán
sobre la insurrección de una nueva alianza?
¿Caerán
sobre el césped dónde habitan las hormigas incansables?
¿Caerán
sobre tí? ¿Caerán sobre mi? ¿Caerán sobre nosotros? ¿Caerán sobre ellos?
¿Caerán sobre la idea de libertad o sobre el miedo del exilio? ¿Caerán sobre
las siluetas de las cosas que nos dan un sentido de pertenencia? ¿Caerán sobre
alguna certeza blanda que justifique nuestro destino? ¿Caerán sobre la falacia
y el enajenamiento de qué nuestras vidas son inamovibles, inmutables,
inalterables, imperdibles?
Que
no hay balanza injusta, que no hay causas imposibles, que somos fieros,
adversos, irremediables titanes terrestres, dueños de nosotros mismos, soberanos
sobre todas las especies.
¿Sobre
cuál de todas estas máscaras caerán?
Como
un puñado de aves en picada, como una ráfaga impune que atraviesa huesos y
costillas, perfora pulmones y oscurece todas las miradas juntas.
Ráfaga
de impunidad que vacía las casas y los corazones y deja agujeros en las
alacenas, deja zurcos en las ojeras,
deja
trincheras en el alma.
Yo
no sé si hoy, o mañana, la vida nos contenga para amar,
yo
no sé si tanto recorrido
cambie
el curso de las cosas,
yo
no sé si al final del estallido de esta plaga de control e injuria, tus ojos
brillen y se reflejen en los míos con ternura.
Habrá
que esperar nuevas señales, habrá que danzar al fuego con lanzas y serpientes
y el
corazón lleno de plumas de colibrí;
habrá
que entretejer la Aurora con la fe y el silencio de Dios,
y
amar, amar sin armaduras
y
perdonar hasta que se laven los ríos
con
tantas lágrimas derramadas,
amar
y amar hasta que la utopía ontológica del eterno retorno nos envuelva
en
su permeable membrana de simpleza.
Marzo 24, 2020.
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