martes, 8 de diciembre de 2020

ALEXIA MIRANDA

 

 


 

Caída de la noche

 


 

Sería absurdo pensar que se ha acabado el tiempo, que el mundo se reparte como las fichas rojas del tablero de Risk.

¿Qué potencia controlará ahora el planeta? ¿Qué supremacía? ¿Qué poder?

Sería absurdo pensar que somos los últimos, sería un acto de soberbia asumir que somos los primeros.

Cae la noche, cae la siguiente.

Yo me pregunto: ¿cuántas caerán?

¿Caerán sobre la consciencia de que “semos malos”?

¿Caerán sobre mil agujas ensangrentadas con justicia amparada en decretos impostergables?

¿Caerán sobre caricias y confesiones sigilosas?

¿Caerán sobre la mesquinidad del más fuerte?

¿Caerán sobre la insurrección de una nueva alianza?

¿Caerán sobre el césped dónde habitan las hormigas incansables?

¿Caerán sobre tí? ¿Caerán sobre mi? ¿Caerán sobre nosotros? ¿Caerán sobre ellos? ¿Caerán sobre la idea de libertad o sobre el miedo del exilio? ¿Caerán sobre las siluetas de las cosas que nos dan un sentido de pertenencia? ¿Caerán sobre alguna certeza blanda que justifique nuestro destino? ¿Caerán sobre la falacia y el enajenamiento de qué nuestras vidas son inamovibles, inmutables, inalterables, imperdibles?

Que no hay balanza injusta, que no hay causas imposibles, que somos fieros, adversos, irremediables titanes terrestres, dueños de nosotros mismos, soberanos sobre todas las especies.

¿Sobre cuál de todas estas máscaras caerán?

Como un puñado de aves en picada, como una ráfaga impune que atraviesa huesos y costillas, perfora pulmones y oscurece todas las miradas juntas.

Ráfaga de impunidad que vacía las casas y los corazones y deja agujeros en las alacenas, deja zurcos en las ojeras,

deja trincheras en el alma.

Yo no sé si hoy, o mañana, la vida nos contenga para amar,

yo no sé si tanto recorrido

cambie el curso de las cosas,

yo no sé si al final del estallido de esta plaga de control e injuria, tus ojos brillen y se reflejen en los míos con ternura.

Habrá que esperar nuevas señales, habrá que danzar al fuego con lanzas y serpientes

y el corazón lleno de plumas de colibrí;

habrá que entretejer la Aurora con la fe y el silencio de Dios,

y amar, amar sin armaduras

y perdonar hasta que se laven los ríos

con tantas lágrimas derramadas,

amar y amar hasta que la utopía ontológica del eterno retorno nos envuelva

en su permeable membrana de simpleza.

 

 

Marzo 24, 2020.

 

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