La
amiga recién casada
Esta
tarde casó Melisa, mi mejor amiga. Era propicio el signo: nuestras madres se
hallaban
encintas. En la ruta del cortejo no se han marchitado aún las rosas; brilla aún
en las antorchas la llama nupcial.
Deshago el camino con mi madre, y sueño, sueño... Tal como ella fue hoy, pudiera
serlo yo. ¿Acaso no florece
mi infancia en pubertad?
Ese mismo fastuoso cortejo, las flautas, los aires nupciales y el carro florido
del esposo, la pompa y la fiesta
-una tarde- será todo para mí, por mí, entre los gajos de olivo.
Y
así como a esta hora Melisa se muestra desnuda ante un hombre, yo dejaré caer
mis velos, y habré de saber,
en la noche perfumada y atónita, qué es el amor. Y más tarde, quizá, ansiosos
pequeñines mamarán
de mis pródigos senos.
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