Ciudad de Sueños
Ciudad
de papel flotando entre mares,
donde
gigantes ralentizados inyectan metal en el subsuelo
y la niebla fluye de una boca jadeante
debajo de la calle; ciudad petrificada, ciudad de savia de ámbar
sellando millones de vidas en una gota;
Ciudad
de mugre, donde los fines de semana
exhalan
temprano cada lunes;
cuyos peregrinos, traídos por un barco de vapor,
vivieron como ganado y como reyes, y viven todavía:
los pobres de entrepuente, los ricos en cubierta;
Ciudad
de carne viva, de costillas arqueadas sobre ríos,
de
órganos que relucen, donde la vida animal se derrama
desde las calles y las cloacas son canales de sangre;
ciudad donde la mínima decisión o indecisión
alimenta a docenas de hombres con martinis y puñales;
Ciudad
de arte, donde los dedos despliegan nuevas articulaciones,
se
enseñan a doblarse y se parten sin dolor;
donde la gente galopa como un caballo a la cerca
de una relación, el santuario de un muslo, el abrevadero
donde las aves copulan en los espejos;
Ciudad
de signos, donde la gente sueña
el
Sueño Americano (pertenecer a todos en todas partes)
pero se conforman con un vecindario;
ciudad donde las esporas que vuelan desde el campo
llenan con esperanza las tráqueas secas, y un filo de hierba
destruyendo a su paso cemento y ladrillos
se vuelve hormigón como el invierno, ciudad de coraje;
Ciudad
de alambre, donde el indolente y el glacial
pueden
vivir ardiendo en los sentidos, asiendo el interior eléctrico
de la vida urbana como un tercer riel, exhalando fuego
hasta que sus labios centellen; ciudad cuya luz florece en la noche,
ciudad de jardines neón y verandas del tiempo;
ciudad de mareas, ciudad de cristal, primitiva ciudad de máscaras;
ciudad de fiesta, sobre la que baila una piñata invisible.
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