97.
El
Señor está en mí, el Señor está en ti, como la vida está en cada simiente.
Renuncia a un falso orgullo,
¡oh, mi servidor!, y busca en ti a tu Señor.
Un millón de soles irradia Su luz.
Un océano azul se extiende en el cielo. La fiebre de la vida se aplaca y todos
mis pecados se lavan
cuando permanezco en el seno mismo del mundo.
Escucha las campanas y los tambores de la Eternidad. ¡Regocíjate en el amor!
La lluvia cae sin agua y los ríos son torrentes de luz.
Sólo el Amor puede penetrar al mundo, y pocos son los que saben estas cosas.
Están ciegos los que quieren verlas a la luz de la razón, de esa misma razón
que es la causa del alejamiento.
¡El Palacio está tan distante de la razón! ¡Bendito Kabir, que puede, en el
seno de la dicha infinita,
cantar en sí mismo el cántico del encuentro del alma con el Alma, el cántico
del olvido de las penas,
el cántico que supera todo cuanto penetra en nosotros y todo cuanto emana de
nosotros!
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