Las restricciones del cuerpo
(Fragmento)
Ahora
digo que ánimo y ánima conjuntos se tienen
entre
sí, y por sí, forman una sola natura (…)
Lucrecio
Para
Lêdo Ivo
Los
límites
el contorno
los
bordes de la piel al escalar la fiebre
la
ceniza
entre los miembros y su eje
El
movimiento
cartílago nutriente
sube
en la bruma del recuerdo
y la
agilidad del párvulo o del simio
es
emoción para el trapecio
Pero
la incertidumbre y la vida
determinan
el
visado
Aquel
mozo que ansiaba el periplo asido al mástil
no
permuta más poemas
ni
recorre senderos cubiertos de hojarasca
Entonces
una alfombra sembrada de castañas
el
esplendor arbóreo
y en
el fondo de sus brazos el
azoro
Entonces
el tiempo era futuro
con
el mensaje de los mancos y los ciegos
o
las llagas del crucificado
y la
astilla del hueso
y el
trance de mi sacrificio
Antes
en el camino al universo de las gasas
más
allá del urinal
y los vapores de amoniaco
la certeza
de lo impuro abrió su pasmo
las
cofias y las batas
el
cuerpo colmado de platino
la
miseria personal tan abrumante
sin
alivio ni resurrección
Mas
en el cuarto
donde
el paso de las nubes
sólo
era receptivo a la desdicha
los
órganos se entrenaban para consultar a los augures
medir
los fluidos
sopesar los alimentos
y navegar con la palabra
Después
hablé de las cartas amorosas de un profeta
al
amparo de custodios
Del
vagar untuoso de los cuerpos
De
callejones eternos
y
cadáveres al sol
No
era el caso de esperar en los túneles
donde
la turba gritaba camino de batallas dominicales
Tampoco
de curar la herida del caído
o
reprimir la violencia derramada
si
la marea ocultaba a los sicarios
En
aquel tiempo el agua cortaba los puentes
y
veía el ciervo del parque
por
entornadas ventanas donde moraron los poetas
En
aquel tiempo ascendí a la Torre
por
párrafos descritos
como no la vieron invasores
y la
cerveza podrida corría en las catedrales
al
dejar a su suerte una postal del mundo
Los
edificios decrépitos
los domos con verdín
apenas
otra pradera para cuervos
habituados
a colgar sus excrementos
en
las lianas del voltaje
Después
volvía
Sí
al jardín de tulipanes
donde
la perfección impedía ver los pederastas
en
su labor sobre la vulva de las niñas
y
los perros corrían liberados de correa
y
las madres leían revistas cuidando las carriolas
alejadas
del canto de los agentes de bolsa
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