Alguien
muerde en mi voz
Cuando
la vi abandonada
en las cañerías, mirando de un lado a otro
con demencia de búhos,
con tetillas escurridizas de traiciones
y con piernas enterradas en el fango,
supe entonces que buscaba
ensayar su hambre en mí,
alimentarse de cualquier
trozo viviente que no estuviera
infestado de rabia.
Puso
en los míos sus ojos,
intentó ladrar,
no pudo,
entonces mi boca se quedó asestada,
ahogando el denso aire que respiran los ciegos
en el vacío.
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