Llueve
sobre la cabeza del perro
La
luz de la habitación me recuerda la niebla de Moscú. La sombra en la pared bajo
el clavo oxidado muestra una imagen que falta. En la escalera han colgado un
paraguas en descomposición. Llueve siempre sobre la cabeza del perro.
Sostengo
en la mano la llave de mi antigua casa que no abre ninguna puerta. En la calle
converso con Santa Catalina. Tú te quemas sobre el caballo de bronce cada tarde
y yo tengo nostalgia de ti como una patria olvidada. Tú no tienes la culpa.
Tiene la culpa esta música monótona que nos entristece; las flores ajadas en el
jarrón. Y el teléfono que nunca suena.
De:
“Tres poemas sobre Tarkovski”
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