viernes, 3 de septiembre de 2021

MIGUEL SANZ CHUNG

 

 


 

Cada mañana, cuando me planto frente
al espejo, a falta de hierba que recortar
o flores que puedan simular una
sonrisa, rastrillo la grava que me da
cuerpo, reacomodo las piedras de mis
ojos y las elevo hacia el cielo raso
para que la luz artificial las ilumine
como el sol al desierto.

 

 

 

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