A
dos manos y cuatro pechos libres
Dije
yo, ven, quiero probarte,
Sentir
a que sabe el bosque que te crece
En
la entrepierna
Entrar
en ti una y mil veces
Cuando
el amanecer y al ocaso.
Si
la fatiga no puede expresar
Aquella
saciedad de sexo, al viento
Renácete
una vez más, bajo el sol,
No
sea que la nostalgia
Ocupe
toda memoria.
Nada
deseo para mi
O
tal vez, juntar el tiempo
Y
esparcir al aire tantas abstinencias
A
dos manos
Y
cuatro pechos libres.
Hice
mi huerto
En
el árbol sagrado del olvido
Con
el corazón incompleto
Y un
gran vacío
Que
jamás ha de ser revelado.
Bebo
ahora de tus pechos
El
calostro vital que regenera
Y
respiro
En
la curva del destete
De
tu cálido ombligo.
Adán
y Eva, sin vicio
Ni
necedad,
Regándose
del bien de las cosas
Gozándose
hasta el desvarío,
Edificando
hacia el canto.
Sembrada
ya mi alma
Al
tiempo de curar
En
tu esternón
Hueso
soy y membrana
Con
hambre de tu pezón purpúreo.
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